Una
rabieta o berrinche es una forma inmadura de expresar ira o enojo.
Aunque usted tenga un carácter muy dulce y sereno, su hijo
probablemente tendrá algunas rabietas. Trate de enseñarle que las
rabietas no dan resultado, y que no le harán cambiar de opinión a
usted. Para los 3 años de edad, puede empezar a enseñarle a su hijo
a expresar sus sentimientos con palabras ("Estás enojado
porque..."). Debemos enseñar a los niños que el enojo es
normal, pero que debe ser manifestado en la forma apropiada. Cuando
los niños llegan a la edad escolar, las rabietas deben ser raras. En
la adolescencia, puede recordarle a su hijo que explotar produce una
mala impresión y que contar hasta 10 puede ayudarle a recuperar el
control.
En
lo que se refiere a las rabietas existe una verdad casi universal: La
rabieta no sucede si no hay un público que reaccione ante ella. El
siguiente video demuestra claramente este punto.
Para evitar las rabietas
Las rabietas son parte de la vida diaria de algunos niños, aunque pueden ser
mucho menos frecuentes o raras en otros. Aunque tu bebé sea
responsable de sus rabietas, puedes evitar muchas organizando su vida
de manera que la
frustración permanezca dentro de los
límites de su tolerancia la mayor parte del tiempo. Siempre merece
la pena evitar las rabietas si puedes hacerlo, sin comprometer tus
propios límites, porque no aportan nada positivo para ninguno de los
dos. Cuando debes forzar a tu hijo a que haga algo que no le resulta
agradable, o prohibir algo que le haya gustado, hazlo con el mayor
tacto posible. Si ves que se está enojando o alterando acerca de
algo, intenta hacer que le sea más fácil aceptarlo. Por supuesto
debe salir con el abrigo puesto, si eso es lo que le has dicho, pero
quizás no necesite llevar la cremallera cerrada todavía. No hay
ninguna ventaja en desafiar a tu hijo con cosas absolutas que hay que
"hacer" y "no hacer" o en acorralarlo en
situaciones en las que su única opción es explotar de rabia. Déjale
una ruta de escape digna.
Qué hacer si tu hijo tiene una rabieta
Recuerda que su exceso de enfado o de
rabia le aterroriza a él mismo. Asegúrate de que no se hace daño a
sí mismo ni a los demás. Si después de que se le pase el ataque de
rabia descubre que se ha dado un golpe en la cabeza, te ha arañado
la cara o ha roto un jarrón, verá estos daños como la evidencia de
que no se puede controlar y de que tú tampoco tienes el poder de
controlarlo y mantenerlo seguro.
Puede ser más fácil
mantener a tu niño seguro si lo sujetas con suavidad en el suelo. A
medida que se vaya calmando y se sienta cerca de ti descubrirá, para
su asombro, que todo sigue igual después de la tormenta. Poco a poco
se relajará en tus brazos y los gritos se convertirán en llantos.
El monstruo furioso es ahora simplemente un bebé que ha gritado
hasta quedar agotado y se ha asustado tontamente. Es hora de
consolarlo.
Hay algunos niños que no soportan estar en
brazos mientras están teniendo una rabieta. La restricción física
les da más motivo para "enrabietarse" y hace que todo el
asunto se vuelva peor. Si tu hijo reacciona de esta manera, no
insistas en dominarlo físicamente. Aparta cualquier cosa que pueda
romper e intenta evitar que se haga daño a sí mismo.
- No intentes discutir con tu hijo. Mientras la rabieta dura, tu pequeño está más allá de la razón.
- No le contestes gritando, si es que puedes evitarlo. La rabia y el enfado son muy contagiosos y puede que te sientas más enfadada con cada uno de sus gritos. Intenta no participar en la rabieta. Si lo haces, probablemente la prolongarás ya que cuando comience a calmarse, se dará cuenta del tono enfadado de tu voz y empezará otra vez.
- No le des ninguna recompensa ni ningún castigo por una rabieta. Lo que quieres es que entienda que las rabietas, que son horribles para él, no cambian nada, tanto a favor como en contra. Si tiene una rabieta porque no dejas que salga al jardín, no cambies de opinión y dejes que salga después de que se haya calmado. De la misma forma, si ibas a dar un paseo antes de que tuviera la rabieta, debes seguir con el plan, tan pronto como se calme.
- No dejes que las rabietas en público te hagan sentir mal. Muchos padres temen las rabietas en lugares públicos; sin embargo, no debes dejar que tu hijo sienta esta preocupación. Si dudas en llevarlo a la tienda de la esquina, para evitar que tenga una rabieta porque quiere chuches, o si lo tratas de forma extra cuidadosa cuando hay visitas por si el trato ordinario provoca una explosión, se dará cuenta de lo que está pasando. Una vez que tu hijo se dé cuenta de que sus rabietas genuinamente incontrolables tienen un efecto en tu comportamiento hacia él, es probable que aprenda a usarlas y entre en un estado de rabietas semi-deliberadas típicas de niños de cuatro años cuyas rabietas no se han manejado con eficacia.
CÓMO MANEJAR LAS RABIETAS
Imagina que tu hijo no tendrá una
rabieta, compórtate como si nunca hubieras oído hablar de ellas y
luego trátalas, cuando ocurran, como algo desagradable, pero
completamente irrelevante en el curso de los acontecimientos de un
día ordinario. Suena fácil, pero no lo es. Recuerdo que una vez
visité a una amiga cuyo hijo de 20 meses le había pedido que le
dejara jugar en el jardín. Ella le contestó, "Ahora no, es
casi la hora del baño", y siguió hablando conmigo. El niño le
tiró del brazo y le preguntó de nuevo, pero no obtuvo respuesta.
Luego intentó en vano abrir la puerta para salir. Estaba cansado y
la frustración le sobrepasó. Explotó. Cuando la rabieta había
pasado y su madre le había calmado, mi amiga me dijo: "Me
siento fatal. Esto ha sido culpa mía. No me he dado cuenta de que
era tan importante para él jugar en el jardín". Y entonces le
abrió la puerta para que saliera.
El comportamiento de la
madre es fácil de comprender, ¡pero también un ejemplo excelente
de cómo no hay que manejar una rabieta! Le dijo "no"
al niño cuando le pidió ayuda la primera vez, sin pararse a pensar
con detenimiento en lo que le había pedido. Los esfuerzos del niño
para abrir la puerta no le indicaron lo desesperadamente que quería
jugar, porque no le estaba prestando atención. Solamente cuando tuvo
una rabieta se dio cuenta de que el niño realmente quería salir a
jugar y de que no había una buena razón para no dejarle jugar. Es
normal que quisiera compensar a su hijo dejándole jugar después de
todo, pero era demasiado tarde para eso. Aunque no hubiera sido una
buena decisión al principio, debería haber seguido con su "no"
original porque al cambiarlo a un "sí" después de la
rabieta, lo que consiguió fue que su hijo sintiera que su explosión
había tenido el efecto deseado. Hubiera sido mejor para los dos que
mi amiga hubiera escuchado con atención a su hijo cuando le pidió
ayuda por primera vez y hubiera pensado mejor su respuesta, en vez de
ceder a los deseos del niño después de la rabieta.
No es
fácil ser un niño pequeño, y pasar sin control de esos estados de
ansiedad a explosiones de rabia. Tampoco es fácil ser el padre de un
niño pequeño, y tener que convivir con ese estado emocional tan
variable y mantenerlo en equilibrio. Pero el tiempo ayuda a todo el
mundo. Gran parte de la turbulencia emocional se habrá calmado para
cuando tu hijo haya completado su cambio de niño pequeño a niño en
edad preescolar.
LAS RABIETAS QUEDAN ATRÁS
Tu niño pequeño crecerá, se hará
grande y podrá manejar mejor las cosas. Eso significa que tendrá
menos frustración extrema en su vida diaria. También podrá conocer
y comprender más, y su vida tendrá menos novedades que le asustan.
A medida que pierde el miedo, dejará de necesitar tanta reafirmación
de ti y gradualmente aprenderá a hablar libremente, no sólo acerca
de las cosas que puede ver frente a él, sino acerca de las cosas que
está pensando e imaginando. Con la ayuda del lenguaje también
distinguirá entre fantasía y realidad. Una vez que llegue a este
punto, podrá ser capaz de ver que la mayoría de sus peores miedos
no son ciertos, y que la mayoría de las exigencias y restricciones
que tú le impones son razonables.
Se convertirá un ser
humano razonable y comunicativo. Simplemente dale un poco de tiempo.